Vamos a exponer ahora la manera con que los ciudadanos de Utopía comercian  entre sí, y cómo son sus relaciones.
La Ciudad se compone de familias basadas en el parentesco. Las mujeres, al  casarse, van a la casa de sus maridos, formando parte de la nueva familia. Los  hijos y los nietos varones viven en la familia bajo el gobierno y la obediencia  del más anciano, y cuando la edad y los achaques lo exigen, le sucede el que le  sigue en edad.
Para que no falte población en la Ciudad, y para que no aumente en demasía,  tienen ordenado que ninguna de las 6.000 familias que integran la Ciudad pueda  sustentar menos de diez menores ni más de 16. En cuanto a los adultos no hay  ningún tope determinado.
Esto se logra pasando los niños que sobran de una familia a otra que les  falten, para formar su cómputo. Si alguna vez se multiplican más de lo  determinado y justo, con los que sobran se compensan las zonas despobladas de  otras ciudades. Si en algún caso en toda la isla hay excesiva muchedumbre de  moradores, hacen un padrón y en el continente fundan colonias sujetas a sus  mismas leyes, convidando a los naturales de aquella tierra a que vivan en su  compañía, si tienen gusto en ello.
Una vez que se han juntado con los que aceptan este trato, fácilmente se  conforman con las costumbres y las leyes que son de utilidad para ambos pueblos.  De esta suerte, con sus buenas ordenanzas hacen que se fertilice la tierra que  antes era estéril y miserable; y a los que no se conforman con este trato los  echan de los términos que han señalado para sí, y tienen por justo el hacer la  guerra a los que se resisten.
 
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