Un saludo a cualquier sujeto que es tú; jefe, por desventura
de la vida o simplemente; porque, eres parte del trabajo donde funge de jefe. Un
puesto: honorifico, ganado, regalado, adquirido, otorgado, arrebatado, autoaclamado
o sencillamente es jefe. Entonces; habla jefe. Así se denomina en mi antiguo puesto
laboral, aquel sujeto que siempre se aclamaba como jefe y le fascinaba el
nombre “jefe” más que el trabajo que
podía ejercer; porque, el cargo le quedaba muy alto.
Las abuelitas de antaño, también ahora en los
pueblos andinos a quiénes se sentían jefes autoaclamados, asignaban un nombre
especial en quechua, le acariciaban con el status de: “akatanqa”, “akasapa”, “akamiku”, “akaruntu”, akalani”, “akatapa”, “akakichki” y más “akas”.
La nominación perfecta para mi jefe “akatanqa”;
quién, se siente, obnubilado con el status de jefe que le otorgaron sus
súbditos “akamikus”; que lo adulan
como dotado de una inteligencia prodigiosa de “akauma”. Él, se siente que es un jefe de los “akamikus”; porque no tienen más remedio que pertenecer al clan “akas”. Si salen sus súbditos del clan, pierden
el rédito de papanatas que son dentro de
la caverna platónica.
La filosofía liberadora: del alma, la conciencia, el
espíritu, la idea, la razón y la completa neblina mental en el que están sumidos
los “akamikus” podría liberarlos. Para
no sentirse responsable de su lastimera situación académica e intelectual, se le
otorgaron salvavidas de hilo demasiado fino. Sin embargo, no muerden el anzuelo;
porque, están demasiado segados. Pudieron haber sido personajes de J. Saramago
en su Ensayo sobre la ceguera. Se les
arrojó la sabiduría, La república de
Platón, específicamente el libro IV,
para no abrumarlos por lo precarios que son intelectualmente. Para ver si
masticaban las virtudes y estamentos (427d – 432e) de: la prudencia, el valor,
la templanza y la justicia. Nuestro esfuerzo fue en vano, perdimos el tiempo;
porque no lo alcanzaron a entender. Su inteligencia estaba llena de herrumbre salpicado
con “akas”.
Para no tener sentimientos de culpa freudiano o que Aristóteles
nos acuse de faltos de nicomaquia o que Platón nos sentencie por no asumir bien
las virtudes ante los “akamikus” les
recomendamos recurrir a cualquier especialista en filosofía que este cerca contemplándoles
como a seres extraños del submundo animal. Debieran dejar de adular a su jefe “akatanqa” y revisar La república de Platón libro
IV, las partes del alma: racional, irascible y concupiscible. Puesto que, ahí podría estar la razón de la
torpeza mental que arrastran. Así dejarían de tener como única aspiración en la
vida ¡habla jefe!
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